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Complementos para el bebé

El uso de flotadores y manguitos en los baños de los niños/as en la playa o piscinas son un sistema de seguridad infantil más que un juguete, y puede complementar al principal elemento que nunca debe faltar, que es la vigilancia continua de un adulto.
Estos mecanismos pueden fallar o no ser bien utilizados y no sustituyen a la vigilancia por parte de los cuidadores.
Para usarlos se debe asegurar que cumplen con la normativa vigente (normalmente lo especifican en el envoltorio) y que se utilizan correctamente según las instrucciones.
Hay que confirmar que el niño/a se encuentra dentro del rango de edad para el que están destinados y también que cumple con el peso para el cual está previsto el sistema.
En cuanto a los juguetes que se utilizan en la bañera (patitos de goma, etc.) se deben limpiar y secar frecuentemente para evitar la formación de hongos (desinfectarlos con lejía periódicamente, si es posible).
Si no se consigue limpiar bien el juguete es mejor sustituirlo.
No se debe dejar sin supervisión al niño/a en la bañera, ni bajo la supervisión de un hermano no adulto, tanto esté utilizando juguetes en ese momento como si no lo está haciendo.

A la hora de proveer juguetes para los niños/as es importante obtener juguetes de confianza, principalmente los obtenidos en tiendas físicas de juguetes de nuestro país pues cumplen con la normativa vigente.
Los juguetes deben tener el marcado CE y cumplir con la normativa de la Directiva 2009/48/CE sobre la seguridad de los juguetes.
A la hora de elegir el juguete adecuado a la edad, es importante consultar las especificaciones del fabricante, pues la edad no solo indica cuan seguro es ese juguete para el niño/a sino si está pensado para su desarrollo en cada etapa.
Es importante no ofrecer piezas pequeñas a los menores de 36 meses por el riesgo de asfixia.
El manejo de las pilas, especialmente las pilas de botón, también es importante porque en caso de que el niño/a ingiera una pila de botón puede quedarse pegada al esófago y liberar allí el material tóxico del cual se componen pudiendo producir heridas muy graves incluso perforación esofágica.
Si el juguete es de madera, hay que revisar que no contiene astillas. Si contiene pintura o barniz, asegurarse que no es un componente tóxico.
Si el juguete está roto es mejor deshacerse de él ya que todas las medidas de seguridad que tienen podrían estar afectadas.
Deben evitarse los juguetes que realizan demasiado ruido (petardos), porque pueden dañar el oído del niño/a.
Hay juguetes especialmente peligrosos como los proyectiles (daño ocular principalmente), flechas o dardos (deben tener puntas blandas de corcho o ventosa de goma).
Los globos también suponen un riesgo de asfixia para los más pequeños.
En cuanto a los juguetes para bebés, los sonajeros, juguetes que se aprietan y mordedores deben tener un tamaño lo suficientemente grande como para que no quepan en la boca del niño/a y así evitar que se ahoguen con ellos, y deben ser de fácil limpieza y materiales no tóxicos.
Y lo más importante es que el juego del niño/a siempre está supervisado por un adulto, ya que a veces los niños/as les dan a los juguetes usos inesperados (se suben encima de ellos, los lanzan, se los introducen en la boca, etc.)

Los juguetes de los niños/as, especialmente los de los bebés, deben mantenerse limpios en la medida de lo posible.
Los peluches deben lavarse en lavadora si es posible, porque son una fuente de polvo si no se hace, y es especialmente perjudicial para los niños/as que tienen alergia a los ácaros del polvo.
Los juguetes de plástico que se puedan mojar se pueden lavar con agua y jabón. Si se observan manchas negras pueden haberse infectado con hongos y en ese caso habrá que utilizar lejía para su desinfección (o desinfectantes que actúen contra los hongos y que no sean tóxicos para el bebé).
Los juguetes que no se pueden lavar, se deben intentar limpiar con un paño húmedo.
No es necesario esterilizar los juguetes que se ofrecen al bebé, pues cuando un bebé manipula el juguete, sus manos tampoco son estériles, contienen flora y bacterias que no forman parte de la flora.

Existen diferentes tipos de pañales: desechables (ecológicos o no) y de tela (reutilizables).
Los pañales desechables son una opción práctica, aunque no suelen ser los más indicados para cuidar del medio ambiente.

Dentro de ellos los más indicados para esta finalidad serían los ecológicos. Los pañales desechables tienen la ventaja de ser muy absorbentes permitiendo que la humedad de la orina no esté tanto tiempo en contacto con la piel del bebé, lo que ayuda a prevenir dermatitis y candidiasis en la zona del pañal.
Algunas marcas disponen además de una tira reactiva de un color que cambia de color al entrar en contacto con la orina por lo que podemos saber si el pañal ya está mojado antes de retirarlo.

Es importante, sobre todo para los lactantes más pequeños y los de piel más sensible (como los atópicos) conseguir pañales con poca tintura y fabricados con materiales hipoalergénicos para prevenir reacciones cutáneas. Algunos bebés no toleran el material de los pañales y ya sea por esto, o por preferencia familiar, optan por los pañales lavables. Suelen ser pañales que constan de dos partes, el absorbente, que puede ser de bambú u otro material, que es lo que absorbe la orina, y el protector, que suele ser impermeable y permite la sujeción del absorbente.

Dependiendo del tipo de pañal, el absorbente se coloca dentro de la tela del protector, o bien por encima permitiendo reutilizar varias veces el protector cambiando solo el absorbente, siempre que no se haya manchado o mojado. Estos pañales suelen contar con diferentes filas de botones que permiten ajustar el tamaño del pañal a la talla del niño/a. De la misma forma los pañales desechables se presentan en diferentes tallas para la comodidad del niño/a y la seguridad a la hora de evitar fugas.

Los pañales más prácticos a la hora del cambio son los que se pueden desabrochar, porque permiten el cambio de pañal sin retirar toda la ropa. Los pañales tipo braguita (se suben y se bajan sin romperse) son útiles en las etapas en las que el bebé está en proceso de retirada del pañal o lo utiliza solo de noche, y para niños/as más mayores con enuresis nocturna, para que en algún caso pueda levantarse al baño por sí solo.

Para evitar las complicaciones en la zona del pañal (dermatitis y candidiasis principalmente) conviene que los cambios de pañal sean frecuentes, en cuanto se detecta que están mojados o sucios, y también conviene usar alguna crema de barrera protectora, como la pasta Lassar o la pasta al agua, que se reemplace en cada cambio de pañal.

Los niños/as recién nacidos gastan una media de 8 a 10 pañales diarios (hacen micciones escasas pero muy frecuentes y a veces deposiciones en cada toma). Conforme va creciendo el niño/a, las micciones se van espaciando pudiendo reducir el número de pañales que se utilizan al día.

Es útil saber esto a la hora de proveerse de pañales desechables y también de tener suficientes pañales de tela que permitan el recambio y lavado/secado después de cada uso.

Los termómetros son elementos que no deben faltar en el botiquín de casa, ya que es importante que cuando observamos que algo no anda bien con el bebé podamos medir su temperatura.
Hoy por hoy, los más fiables continúan siendo los de mercurio, en cuanto a la precisión a la hora de determinar la temperatura. Pero están en desuso por la toxicidad del mercurio y el peligro de que el termómetro (cristal) se rompa causando lesiones al bebé o al que lo manipula.
Esto ha dejado paso a los termómetros digitales, que se suelen utilizar en la toma de la temperatura axilar del niño/a, y la mayoría de ellos también son útiles para medir la temperatura central (rectal).
Otros termómetros infrarrojos permiten la toma de temperatura sin contacto (muy útil por ejemplo en colegios y guarderías, para prevenir contagios) y tienen la ventaja de que en el caso de los bebés toman la temperatura en poco tiempo y sin «molestar» al bebé, por lo que no es necesaria su colaboración. Estos termómetros son algo menos fiables ya que su fiabilidad dependerá de si la distancia de aplicación es correcta, de que no interfiera con la temperatura ambiente, etc.
Como norma general y en el domicilio se recomienda que la toma de temperatura sea siempre axilar, incluso en el caso de los bebés, dejando la medición de la temperatura rectal para el ámbito sanitario.

Las bañeras para bebés son útiles para bañar a los niños/as segura y cómodamente.
Existen asientos retenedores que ayudan a sujetar a los bebés más pequeños dejando ambas manos libres para mayor comodidad, pero pese a que el bebé esté colocado en uno de esos asientos, el adulto nunca debe dejar sin supervisión al niño/a.
Existen bañeras con patas que al ser elevadas pueden favorecer la postura del cuidador evitando por ejemplo dolores de espalda y haciendo el baño más fácil.
Otras bañeras se colocan encima de la bañera normal, facilitando así el desagüe y ocupando menos espacio.
Hay bañeras tipo «cubo» que algunos usuarios describen como más relajantes y seguras para el bebé, aunque lo cierto es que no hay evidencia científica sobre qué bañera es más segura que otra.
Otra opción que ocupa poco espacio si se dispone de bañera normal es una pieza reductora que hace que no se malgaste tanta agua a la hora de bañar al bebé.
En cuanto a la seguridad de las bañeras, lo que verdaderamente previene de accidentes es que el adulto esté supervisando en todo momento al bebé, y nunca sean hermanos mayores (menores) los que estén al cargo del pequeño/a

El baño del bebé es importante porque lo limpia y a veces lo relaja, favoreciendo conciliar el sueño.
Para la higiene de la piel no es necesario bañar a diario y tampoco aplicar jabón por todo el cuerpo y frotar con esponja. Es suficiente con bañar con agua jabonosa, no a diario, con temperatura adecuada, no muy caliente para no estropear la barrera cutánea que es necesaria para mantener el equilibrio hídrico, la temperatura y evitar infecciones.
El gel y champú deben ser además de pH neutro.
Al tratarse de una piel sensible incluso en niños/as no atópicos, es una buena opción utilizar un gel y champú aptos para piel atópica, que además equilibran la flora cutánea, aunque no en todos los casos va a ser necesario.

Desde que se inicia la dentición, e incluso antes, es importante tener una buena higiene de la boca del bebé.
Empezando por el cuidado de la boca de los padres, ya que la caries es una infección que puede transmitirse de padres a hijos, y evitando el uso compartido de vasos y cubiertos que pudiesen facilitar dicha infección.
Cuando el bebé aún no tiene dientes se puede limpiar su boca y encías con una gasita mojada en agua.
Cuando aparecen los primeros dientes, lo que suele suceder entre los 6 meses y el año, hay que iniciar el cepillado de los dientes dos veces al día, mañana y noche (siendo este último el más importante).
Para ello se puede utilizar una gasa, un dedal de silicona o un cepillo dental de lactantes.
Es importante que, si el niño/a utiliza biberón, no tome zumos u otras bebidas azucaradas en ellos, pues esto incrementa el riesgo de caries.
La lactancia materna protege de las caries en lactantes.
En niños/as más mayores se utilizará un cepillo dental suave. Se puede permitir que el niño/a inicie el cepillado por unos minutos, pero es importante que, hasta los 6-7 años, sea un adulto quien cepille los dientes de los niños/as, durante otro minuto. Luego podrán hacerlo solos, pero es importante que el adulto supervise el cepillado de noche.
En cuanto al uso de la pasta dentífrica, la Sociedad Española de Odontopediatría recomienda que en niños/as de 0 a 3 años se utilice una pasta que contenga 1000 partes por millón (ppm) de ion flúor y utilizar la cantidad equivalente a un grano de arroz.
Utilizar más flúor del indicado puede hacer aparecer manchas blancas en los dientes y no aporta beneficio extra.
Cuando al bebé le salgan los molares, ya se puede usar hilo dental entre ellos antes de ir a dormir.
Desde los 3 a los 6 años se puede incrementar la cantidad de flúor hasta los 1450 ppm de ion flúor, utilizando la cantidad equivalente a un guisante o la anchura del cabezal del cepillo, y después de los 6 años ya se debe usar una pasta que contenga 1450 ppm de ion flúor.
Si el niño/a tiene riesgo incrementado de caries el odontopediatra puede aumentar la cantidad de flúor utilizada, hasta 5000 ppm en función de su caso, incluso utilizar fluoruros tópicos, siempre bajo la prescripción de un profesional.
Hay controversia sobre si se pueden utilizar cepillos eléctricos en niños/as o no, por lo que es difícil hacer una recomendación clara sobre ello.

El pañal es un elemento imprescindible para el cuidado de los bebés, ya sea de tela o desechable dependiendo de la preferencia familiar y la tolerancia del niño/a. Pero llega el momento de la retirada del pañal y nos planteamos ¿estará preparado? ¿a qué edad se puede empezar la retirada? ¿cómo hacerlo?

Para saber si el bebé está preparado tenemos que observar ciertos signos de que lo está, como por ejemplo que se pueda comunicar con nosotros para avisarnos de que tiene ganas de orinar o hacer deposiciones. Suelen estar preparados para ello alrededor de los dos años y medio, pero si estos signos se presentan antes de esa edad, ya se puede intentar la retirada.

Primero nos avisará de que ya lo hizo en el pañal, con el tiempo avisará antes de hacerlo o notaremos sus gestos cuando se dispone a ello. Es importante que esté tranquilo y tenga una buena disposición para usar el orinal, si no es así, es mejor esperar un poco antes de intentarlo.

Al principio compraremos un orinal, se lo enseñaremos al niño/a, dejaremos que se siente y lo pruebe (aunque lleve el pañal y la ropa puesta las primeras veces).

Si tiene hermanos mayores dejaremos que vean como usan el baño o como lo hacen los papás (el procedimiento: bajar la ropa, sentarse, limpiarse, tirar de la cadena), de esta forma van perdiendo el miedo a lo desconocido.

Luego le animaremos a bajarse la ropa (con pantalones amplios y ropa interior o pañal de entrenamiento) y a sentarse en el orinal por un par de minutos, aunque no tenga ganas, y que pruebe a hacer pipí. Si lo consigue lo felicitaremos, si no, le explicaremos que dentro de un ratito se vuelve a probar.

Es importante no insistir demasiado si está reticente a usarlo, pero se puede dejar el orinal preparado para cuando quiera usarlo. Hay que evitar hacerles pasar demasiado rato sentados en el orinal si ya lo han intentado o no están colaboradores, es mejor dejarlo para más adelante.

Muchas veces ayuda leerles cuentos relacionados con el uso del orinal, con dibujos para que se familiaricen con ello. Lo primero a retirar es el pañal de día, cuando el niño/a está consciente y por tanto puede sentir mejor las ganas de orinar o defecar.

El pañal nocturno a veces empieza a salir seco a los pocos días de dejarlo de día, y entonces se puede retirar. Pero otras veces el pañal nocturno va a ser necesario por varios meses incluso años.

No hay que forzar la retirada del pañal nocturno, porque muchos niños/as no son suficientemente maduros a nivel neurológico para sentir las ganas de acudir al baño ni controlar los esfínteres mientras están durmiendo. Lo normal es que los escapes nocturnos desaparezcan antes de los 7 años del niño/a, si no es así, hay que hacer varios estudios para confirmar que no hay patología que provoque la incontinencia nocturna (enuresis).

El lavado nasal en lactantes pequeños es muy útil en algunas situaciones. Por ejemplo, cuando el moco y la congestión nasal impiden respirar bien al niño/a, lo que acaba repercutiendo también en su descanso o su alimentación.
A veces los lactantes rechazan las tomas total o parcialmente porque debido a la obstrucción nasal no pueden comer y respirar al mismo tiempo.
Es en estas situaciones cuando se recomienda realizar el lavado nasal.
De forma preferente, el lavado se ha de realizar con suero fisiológico a chorro (mediante envases unidosis o mejor con jeringuilla).
Con el bebé tumbado de lado, se introduce el chorro por el orificio nasal superior, de esta forma el suero arrastra el moco que sale por el orificio inferior. Después se tumba al bebé del otro lado y se repite el procedimiento.
Se pueden utilizar también, dispositivos para la higiene nasal como las perillas o aspirador nasal.
Los aspiradores nasales que se activan con la succión del cuidador, tienen un filtro que evita que la probable infección que presenta el niño/a se contagie al adulto que realiza la aspiración. El inconveniente de estos dispositivos es que su uso en niños/as, que no suelen colaborar y se mueven, puede resultar traumático, es decir, que cause heridas en las fosas nasales. Pero si se realiza con cuidado, aspiración suave para no lesionar las paredes nasales e inmovilizando bien al niño/a, pueden ser de ayuda complementaria a los lavados con suero fisiológico, si estos no consiguen arrastrar todo el moco que está obstruyendo la nariz.
Los lavados con suero, se pueden realizar con más frecuencia que la aspiración nasal, cada vez que el niño/a lo necesite. Pero la aspiración nasal, que produce sensaciones desagradables en el oído y resecan la mucosa nasal, no se deberían de realizar más de una o dos veces al día, y sólo si es imprescindible.

Existen diferentes tipos de chupetes, en función del material del que está hecho (látex, silicona), de la forma de la tetina (redonda, anatómica…), y de la edad para la que están pensados (el tamaño de chupete adecuado aumenta con la edad del niño/a).

No es necesaria la introducción del chupete, por lo que no es imprescindible comprarlos, pero se pueden utilizar, en caso de preferirlo por parte de la familia y del niño/a.
El comprar un chupete de silicona/látex, o de una forma determinada, depende de la preferencia del bebé. A veces se han de probar diferentes tipos para saber cuál prefiere.

Si rechaza varios tipos de materiales y formas, no se debe insistir.

Cuando se usa chupete se debe cambiar frecuentemente, normalmente a partir de las cuatro semanas de uso, que es cuando el material se empieza a degradar y puede generar problemas (grietas, que se desprenda alguna parte, que se contamine por hongos…).

Además, se recomienda esterilizarlos antes de su primer uso.
Es importante que la retirada del chupete se haga al año de vida, momento en el cual ya no se deberían comprar ni ofrecer más chupetes al bebé.

El uso del chupete es una cuestión personal, tanto la decisión familiar de introducirlo o no, como el hecho de que el propio bebé lo acepte o lo rechace.
Algunos niños/as lo aceptan de buen grado, y puede ser una ayuda, ya que en determinados momentos ayuda a calmar al bebé, y además disminuye el riesgo de muerte súbita en lactantes menores del año. Otros niños/as lo rechazan desde un primer momento (les produce arcadas, lo escupen…) y no pasa nada. En esos casos no se debe insistir. No se debe utilizar ningún objeto para que se le «aguante el chupete y no lo escupa», pues podría producirse asfixia al no poder el bebé liberar su vía aérea libremente.
Es importante que el chupete no se introduzca antes de las seis semanas de vida en lactantes amamantados al pecho. Esto es así porque suele ser a esa edad cuando la lactancia ya está bien establecida, con un buen agarre y succión por parte del bebé. Si se introducen tetinas o chupetes antes de esa edad, se corre el riesgo de originar el síndrome de confusión de tetina-pezón. Este síndrome consiste en que el bebé que toma pecho, empieza a succionar mal de él o a agarrarse mal, porque succiona o agarra como lo hace del chupete o tetina. Esto puede producir problemas de alimentación (el bebé no consigue coger bien la areola y pezón por lo que no consigue un buen flujo de leche durante la toma), se produce dolor o grietas/heridas en el pezón y provoca abandono precoz de la lactancia materna por estos problemas.
En lactantes que por algún motivo no lactan directamente del pecho (porque toman lactancia materna diferida de forma permanente o fórmula) se puede introducir el chupete desde el primer día.
Es importante que el chupete no se use para aumentar el tiempo entre tomas, ni para distraer el hambre, porque la lactancia debe ser a demanda para evitar problemas de alimentación como desnutrición o deshidratación.
No se debe «engañar al bebé» con el chupete. En cambio, se puede usar para calmar al bebé si se ha descartado hambre, o le cuesta quedarse dormido sin realizar succión no nutritiva.
La succión no nutritiva es cuando necesitan succionar del pecho, no para nutrirse, sino para calmarse y sentirse seguros. A veces esto es un problema para las madres, que no pueden delegar en otro cuidador el momento de acostar al bebé, o que tienen tanto tiempo el bebé al pecho que les ocasiona molestias en el pezón o el pecho. En estos casos el uso de chupete puede ser de gran ayuda.

El chupete es un elemento de ayuda para muchas familias, ya que ayuda a calmar al bebé, relajándolo para conciliar el sueño o incluso como analgésico en el lactante pequeño.
No se debe introducir antes de las 6 semanas en niños/as alimentados al pecho.
No todos los niños/as aceptan el chupete y su uso no es necesario. Pero en aquellos casos en que el niño/a lo tolera y lo quiere usar, tiene algunas ventajas además de las mencionadas. Por ejemplo, la prevención de la muerte súbita del lactante, hasta los 12 meses de vida.
Los niños/as que usan chupete habitualmente pueden tener dificultades a la hora de eliminar el hábito.
Conviene no prolongar su uso más allá de los 12 meses de vida, porque puede causar problemas de malposición dental o de maloclusión, por ejemplo. Además, el uso más allá de los 12 meses puede favorecer la otitis media aguda (inflamación e infección del oído medio).
Para algunos niños/as funciona la retirada brusca, para otros ha de ser progresiva para evitar que sea traumática. Se debería haber eliminado por completo antes de los 18 meses.
Inicialmente se intentará que solo se use para dormir, dejándolo en la cuna, por ejemplo. Más tarde se retirará también a la hora de dormir. Si el niño/a se muestra ansioso por la retirada, se puede probar de ofrecer otro objeto en sustitución (un peluche, una mantita …) que le dé seguridad para quedarse dormido fácilmente.

El chupete es un elemento indispensable para algunas familias, ya que tranquiliza y analgesia al bebé mediante la succión no nutritiva.
No todos los bebés lo utilizan, pero en los que lo hacen tiene algunas ventajas como la prevención de la muerte súbita en el primer año de vida.
Se puede usar desde las seis semanas de vida en niños/as alimentados al pecho, dando tiempo las primeras semanas de vida a instaurar bien la lactancia materna y evitar el síndrome de confusión tetina-pezón.
Lo ideal es usar chupetes anatómicos entonces, aunque al final es el bebé el que decide que forma (anatómico, redondo) quiere utilizar.
Pasa lo mismo con el material del que están hechos, principalmente látex o silicona, el bebé puede preferir uno y rechazar otro.
Se recomienda cambiarlo al mes o dos meses de uso, atendiendo siempre a su estado, comprobando que no tiene roturas, ni cambios de coloración que no estén especificadas por el fabricante (aquellas normales por la esterilización, por ejemplo).
Es importante iniciar la retirada del chupete a los 12 meses de vida.

El uso de los comúnmente conocidos como sacaleches puede ser necesario en circunstancias concretas.
Es el caso de niños/as que pueden recibir lactancia materna, pero no directamente al pecho:
– niños/as hospitalizados, prematuros, lactantes con problemas de succión o coordinación succión/deglución,
– niños/as separados de la madre por diversas circunstancias (trabajo, etc.).
Mediante los extractores de leche la leche materna se obtiene leche que puede ser administrada con posterioridad al lactante, manteniendo muchos de los beneficios de la lactancia materna tanto para la madre como para el bebé.
La leche extraída se administra mediante vasito o con la técnica dedo-jeringa, si queremos evitar la confusión de pezón, y que más adelante o en otras ocasiones el niño/a pueda lactar directamente al pecho con un buen agarre.
En niños/as que en ningún momento reciben tomas directas al pecho también se puede administrar la leche extraída mediante biberón.
El uso del sacaleches también está indicado en aquellas mamás con gran producción de leche, que lactan a sus bebés directamente al pecho pero que han decidido donar el resto de su leche a un banco de leche.
Si se prevé alguna de estas circunstancias, es útil disponer de un sacaleches, que puede ser mecánico (se acciona con la mano) o eléctrico.
El sacaleches eléctrico tiene la ventaja de que, aunque es más caro, extrae la leche con más facilidad (en menos tiempo) y de forma más efectiva.
El extractor mecánico tiene la ventaja de ser más fácil de transportar y su menor precio.
En ocasiones aparecen problemas durante la lactancia materna como son los pechos ingurgitados, en los que el tamaño del pecho, por encontrarse tan lleno, dificulta el agarre y vaciado por parte del bebé y se vuelve doloroso, incluso pudiendo llegar a producirse obstrucciones de algún conducto con retención de leche y posibilidad de mastitis (inflamación e infección de la mama).
Para solucionar estos problemas es útil conocer el método de extracción manual de la leche, o bien disponer de un sacaleches.

Existen muchos tipos de biberones, de diferentes materiales (vidrio, polipropileno), con diferentes materiales en las tetinas (látex, silicona), y con diferentes usos (tetinas según la edad del bebé, según el contenido del biberón).
Incluso para las mamás que van a dar lactancia materna, es útil tener algún biberón en casa, por ejemplo: para ofrecer leche materna extraída previamente (lactancia materna diferida), si la madre se tiene que separar temporalmente del bebé (motivos laborales, etc.).
Aunque la mayoría de veces en que se piensa dar lactancia materna diferida y al pecho en diferentes tomas, es mejor utilizar otro método que no sea el biberón (como la técnica dedo-jeringa) para evitar el síndrome de confusión de pezón (el bebé succiona mal del pecho, como lo haría de una tetina, y genera dolor en las mamas, grietas e incluso dificultad para alimentarse).
En lactantes que por algún motivo van a recibir lactancia materna diferida desde el principio (por ejemplo: aquellos con una enfermedad que imposibilita la toma directa al pecho, como una malformación orofacial) o bien aquellos que deben recibir fórmula (galactosemia, o lactancia artificial por decisión familiar) pueden utilizar el biberón desde el primer día de vida.
Y el uso del biberón puede prolongarse hasta aproximadamente los 12 meses, momento en el que se debe iniciar su retirada (retirada de tetinas y chupetes).
Las tetinas tienen diferentes edades de uso, por el tamaño de la tetina, la cantidad de flujo que sale por se debe consultar siempre con el fabricante el tipo de tetina adecuado para cada edad.
Además, muchos fabricantes ofrecen diferentes tetinas según el contenido del biberón (leche, leche con cereal…), aunque la recomendación es no usar el biberón para líquidos que no sean la leche y el agua.
El uso de tetinas para los zumos, papillas de cereales, etc. favorece la aparición de caries en los primeros dientes del bebé, y por eso deben evitarse.
En cuanto a la elección del biberón, se escogerá entre vidrio o polipropileno según las necesidades concretas.
La elección del material de la tetina (látex o silicona) va a depender sobre todo de la preferencia del bebé. Así que, si se está planteando dejar el pecho e iniciar el uso de biberón, es probable que se tengan que probar ambos tipos de tetinas para ver cuál prefiere el bebé.
El paso de lactancia al pecho a biberón a veces es difícil y puede ser más fácil si se ofrecen los biberones en ausencia de la madre, por parte de otro cuidador, y respetando el hambre-saciedad del lactante (ofreciendo la lactancia a demanda).
Hay que recordar que el uso de tetinas conlleva varios riesgos, como la contaminación del material de la tetina por hongos, por lo que un cambio de coloración en ellas justifica cambiarlas. La aparición de muguet (hongos en labios y boca del bebé, en forma de manchas blancas) también justifica revisar o cambiar las tetinas o chupetes.
Por norma general cada fabricante recomienda un tiempo u otro de uso de las tetinas para evitar estos problemas, además de requerirse una higiene adecuada de las mismas (lavado con agua y jabón, principalmente).

Los utensilios que se utilizan para alimentar a los bebés (biberones, platos, etc.) deben ser de un material apropiado y se debe tener con ellos una higiene adecuada.
Muchas veces hay dudas, sobre todo, en cuanto a cómo se pueden lavar los biberones y chupetes. Por ejemplo, ¿qué jabón es adecuado utilizar?, ¿se pueden lavar en lavavajillas?, ¿se deben esterilizar antes de cada uso?
Los biberones suelen ser de polipropileno o vidrio. Ambos materiales permiten ser esterilizados antes de su uso, pero no es necesario hacerlo.
Para una correcta higiene del biberón solo se precisa de agua limpia corriente y jabón (puede ser el jabón lavavajillas de uso habitual para el resto de la vajilla).
Se pueden lavar a mano o en el lavavajillas. Para el lavado a mano es útil el uso de cepillos para biberones.
Conviene dejar secar bien los biberones antes de almacenarlos en un lugar limpio.
También hay que asegurarse que después de varios usos las tetinas no cambian de color, no aparecen manchas punteadas (podrían ser hongos) y que el orificio por donde sale la leche también queda limpio, sin restos de leche.
Aunque no es necesario, algunos cuidadores optan por esterilizar los biberones. Ello puede hacerse depositando las partes del biberón en una olla de agua hirviendo durante unos minutos, o bien utilizar un aparato diseñado para tal efecto (esterilizador eléctrico, para siendo cualquiera de estas opciones válidas).
Para el resto de utensilios que se utilizan en la alimentación de los niños/as y bebés, se debe seguir el mismo procedimiento, es decir el lavado con agua y jabón, a mano o mediante lavavajillas si el material del plato o cubierto lo permite.

Las tronas son sillas adaptadas para bebés que permiten adoptar una postura y sujeción correctas a la hora de alimentarse.
Favorecen el compartir mesa con el resto de la familia, lo cual es recomendable para el desarrollo emocional y social del niño/a.
Para usarlas el bebé debe aguantarse bien sentado (6-7 meses).
La trona debe ser segura, con patas de madera o metal (no plástico) y cinturones (que incluyan correa entre las piernas).
No debe contener piezas pequeñas para evitar atragantamiento.
Si es plegable debe asegurarse bien antes de su uso.
Si tienen bandeja deslizable, hay que vigilar que no se pillen los dedos del bebé al manipularlas.
Si la trona es de las que se ancla a la mesa debe hacerse sin mantel, en mesas que no sean de cristal ni de una sola pata.
Lo ideal es que sea de materiales fáciles de limpiar.
Las tronas portátiles son útiles para comer fuera de casa, y se acoplan a las sillas convencionales mediante correas.
Algunas se adaptan al crecimiento, pudiendo transformarse más adelante en sillas y mesitas lo que supone además un ahorro económico y ecológico.